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Comentarios al Libro: La Historia del despojo, por Cristián Candia Rodriíguez

Comentarios al libro: La Historia del Despojo: El origen de la propiedad particular en el territorio mapuche de

Martín Correa Cabrera.

Por: Cristián Candia Rodríguez,

Dr © Estudios Transdiciplinarios de América Latina, Mg. Políticas Públicas, Licenciado en Ciencias Económicas.
Colaborador del Instituto de Economía Política de la Universidad Abierta de Recoleta y Vicepresidente de la
Fundación Henry Dunant de América Latina.

Mari mari pu peñi, mari mari pu lamgnien, mari mari compuche. Buenas tardes a todos
los hermanos, autoridades ancestrales y edilicias y cros. congregados en esta nueva etapa del
ciclo estacional que nos convoca desde tiempos ancestrales a recibir el Wiñol tripantu o We
Tripantu, según sea el caso.


También quiero agradecer a la Universidad Abierta de Recoleta por haber considerado
mi participación en este gran encuentro intercultural. Aprovecho de saludar a la audiencia que
nos acompaña en este lugar simbólico para la lucha popular de los pobladores por su vivienda
hace 51 años y que lleva su nombre a la gran luchadora por los derechos de los americanos
afrodescendientes de los EE. UU.

Para mí es un honor haber sido valorado para realizar unos breves comentarios a la obra
que nos presenta el historiador Martín Correa. La que tiene un gran mérito y de acuerdo con el
autor en su parte final de la obra señala que:

“Busca develar aquello que la historiografía oficial ha negado,
invisibilizado, escondido y hacerlo desde la voz silenciada, desde la
experiencia, el Kimün y la memoria mapuche, enriqueciéndola y
complementándola con los “papeles” y los documentos, que también forman
parte de esta historia de larga duración y que son tremendamente coincidentes
con los relatos de testigos, y con todos estos elementos, en conjunto, recorrer
un pasado no tan lejano; reconstruir el proceso del despojo de
empobrecimiento y de violencia que se verificó en Wallmapu, para concluir
reconociendo la continuidad que existe entre aquellos momentos y el presente,

que aquello que hoy le sucede a los mapuche, le ocurrió también a sus abuelos,
y a los abuelos de sus abuelo, tres generaciones, nada más. Ayer, para un
pueblo con memoria”.

Los hechos que devela el profesor Correa asombran no sólo por la violencia y las
ilegalidades del proceso expropiatorio de las tierras indígenas, si no por la velocidad que dicho
proceso tiene entre 1860 y 1884 1884-1929.

La excelencia con la que en forma pedagógica nos enseña y que desde la perspectiva de
un historiados combina métodos de investigación documental en archivos, publicaciones y
cartografía del periodo histórico y el vital relato que reconstruye de la memoria viva del pueblo
mapuche, refleja un detallado y prolífico trabajo que nos saca del velo de la ignorancia y exhibe
una herida abierta para la sociedad mapuche, que el Estado chileno y nuestra sociedad no podrá
sanar en forma sencilla.

Mis comentarios sobre el libro serán desde una perspectiva un poco más amplia con
relación al contenido del texto. El que, por cierto, relata en forma detallada y documentada la
gran cantidad de artilugios, artimañas legales, acciones de violencia amparadas y promovidas
por el Estado chileno en contra del pueblo mapuche.

Aquí quiero hacer un punto. Que nos conecta desde la crítica de la
economía política

“La acumulación de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la
producción capitalista, y ésta, la existencia en manos de los
productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de
trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo
vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesto una
acumulación «originaria» anterior a la acumulación capitalista
(«previous accumulation», la denomina Adam Smith), una acumulación
que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de
partida de él.

Esta acumulación originaria viene a desempeñar en la Economía
política más o menos el mismo papel que desempeña en la teología el
pecado original. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se
extendió a toda la humanidad. Los orígenes de la primitiva
acumulación pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del
pasado. En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte,
una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra,
un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían
y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos
dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su
rostro; pero la historia del pecado original económico nos revela por
qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se
explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos
acabaron por no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este
pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a
pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí
misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque
ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de
trabajar” (Marx, el Capital 1861).


Quise traer a colación este enunciado, precisamente porque, actualmente, desde la
disciplina de la economía se naturaliza la existencia de un cierto capital que permite desarrollar
el crecimiento, sin embargo, para nuestros países y las consecuencias que hoy vemos en tanto
desigualdades, destrucción del medioambiente y la conflictividad de las comunidades con las
empresas, cada vez más globalizadas tienen justamente un fundamento allí, en la acumulación
originaria del capital privado, promovida desde el propio Estado. Esto a mi juicio es la “joya de
la Corona” que nos muestra el libro del profesor Correa.
Claro, ciertamente en la historia de Chile y, en la historia económica de Chile, siempre
aparece en el foco del crecimiento y el desarrollo la industria minera del norte de Chile y desde
allí aparecen las explicaciones económicas, olvidando no se si interesada o desinteresadamente,

lo que las grandes familias de la oligarquía chilena, que dominan hasta hoy la sociedad chilena
se apropiaron en las tierras del wallmapu a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
En la naciente república de Chile en el siglo XIX, la constante sería la guerra y los
conflictos armados: 60 años de guerras y 14 conflictos armados de naturaleza interna y externa,
desde la guerra de independencia, civiles y de exterminio como las que nos presenta el profesor
Correa con su libro. A ello habría que agregar que durante el siglo XX la violencia armada de
parte del Estado chileno fue utilizada sin miramientos sobre la población civil y con mayor
claridad en las matanzas de mapuche como Ranquil y otras que relata el profesor Correa y que
no han sido recogidas en la historiografía oficial conocida.
La expansión del Estado en su forma violenta vino acompasado de un fuerte
endeudamiento externo. Ello es otro elemento clave para comprender desde la economía
política los movimientos expansivos del Estado en el Territorio, sobre todo sobre las tierras
ancestrales. El crédito y la deuda financiera transnacional son elementos que constituyen la
génesis de la explicación que compele a la promoción de una acelerada acumulación originaria
en Chile, sobre todo por aquellas tierras que, a ojos de la aristocracia financiera y su expresión
militar, eran una suerte de res nullis que era necesario apropiar y explotar.
Al revisar la fuente de endeudamiento fiscal chileno en el periodo de análisis en un
viejo artículo sobre deuda pública de CIEPLAN, observamos la deuda con el Deutch Bank, de
origen alemán, probablemente allí encontramos una parte del vínculo entre la empresa
colonizadora que los chilenos pactaron con los alemanes.
La apropiación bajo la forma de un Estado con un ejército endocolonizador, cuyo ethos
filosófico se fundamente en las ideas de un individuo arquetípico europeo, tiene una
justificación en la forma de apropiación particular, en ello las ideas de un individualismo
posesivo deriva de la idea de propiedad y derecho natural presente en la obra de John Locke, lo
que se deriva de su segundo tratado de gobierno civil (2006):

“Dios, que ha dado en común el mundo a los hombres, también les
ha dado la razón, a fin de que hagan uso de ella para conseguir mayor
beneficio de la vida, y mayores ventajas. La tierra y todo lo que hay en
ella le fueron dados al hombre para soporte y comodidad de su

existencia. Y aunque (…) nadie tiene originalmente un exclusivo dominio
privado sobre ninguna de estas cosas tal y como son dadas en el estado
natural, ocurre, sin embargo, que, como dichos bienes están ahí para uso
de los hombres, tiene que haber necesariamente algún medio de
apropiárselos antes de que puedan ser utilizados de algún modo o
resulten beneficiosos para algún hombre en particular” (Locke, 1689).


Es interesante entender la relación entre el sentido teológico como argumento para
fundamentar moralmente el derecho de uso apropiatorio de la naturaleza, desconociendo a otro
distinto y por tanto carente de derechos, inclusive carente de derecho a su propia vida.
La economía política clásica que aún prevalece en las ideas centrales del pensamiento
económico moderno se sustenta en la idea de que la sociedad se puede justificar en base a un
individuo lleno de deseos y en la cual el Estado contractualiza aquellas condiciones que el
arquetipo de hombre es moralmente aceptado. El individualismo posesivo que nos plantea
Harvey es clave para comprender el proceso de despojo del pueblo mapuche y la instalación de
una “racionalidad” no sólo económica sino de derecho, social y cultural uniforme y
endocolonizadora, en el caso de Chile.

La obra que nos convoca nos lleva a reflexionar no sólo desde la economía política, si
no desde una perspectiva transdisciplinaria, sobre la génesis de la acumulación capitalista en el
Chile de fines de siglo XIX e inicio del XX sobre las tierras ancestrales. La pregunta ¿sobre la
emergencia inusitada de una clase terrateniente, la tierra como mercancía y un grupo humano
particular, como sustrato de la valorización del capital en los territorios ancestrales?, es
adecuadamente respondida por el autor.

Los hechos posteriores a 1884, o sea hasta 1929, se pueden leer como un “saneamiento”
o “higienización” del arbitrio violento sobre el pueblo mapuche de parte del Estado, bajo la
entrega de los llamados “Títulos de Merced”, Títulos de Comisario y anexión arbitraria del
territorio de Chiloé, que no hace más que anclar la reclamación mapuche a una mínima parte
del territorio usurpado, generando una protección legal a la gran propiedad agrícola en el
Wallmapu.

Propiedad en manos de familias, la mayoría extranjeras (neo colonos) que a
través del tiempo ampliarán sus dominios territoriales, donde a partir del DFL. 701 se

convertirán en grandes plantaciones forestales financiadas con un vergonzoso financiamiento
público para estas. Surge desde allí entonces la gran Industria Forestal, que ahora en el siglo
XXI se vuelve transnacional.

La conexión que realiza el libro del Profesor Correa, rescatando la memoria ancestral e
histórica del pueblo mapuche, avalada con la acuciosa revisión documental de archivos legales
y documentación histórica, es de una tremenda utilidad, ya que precisamente nos presenta en
forma cruda y documentada la naturaleza del despojo y las consecuencias que ello tiene hasta el
día de hoy.

Sin embargo, desde la economía política es preciso inscribir este proceso en la lógica de la
acumulación del capital a escala global. La obra es de una tremenda utilidad, ya que nos muestra
con dureza y evidencia fuerte sobre la “naturaleza dolosa” tanto de los actores y del Estado
chileno de la transformación de los territorios ancestrales en un sistema territorial organizado y
funcional al desarrollo del capitalismo entre fines del siglo XIX e inicio del siglo XX.

Ciertamente el paralelismo entre la forma en que se desarrolla este proceso en el Wallmapu, nos
retrotrae precisamente a la forma en que el mismo despojo es realizado en la Europa mercantil y
que se consolida en siglo XIX con los procesos de cercamientos y propietarización de las tierras
comunales, descrito tanto por Marx en el Capital en la llamada acumulación originaria y Polanyi
en la gran transformación (1944) respectivamente. Métodos opacos, dolosos, usurarios y
profundamente violentos son la constante en la apropiación de los territorios en ambos procesos.
una acumulación que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de partida de
él.

Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios
de producción ni los artículos de consumo. Hay que convertirlos en capital.
La conversión de las tierras de propiedad del pueblo mapuche en gran propiedad
agrícola, la introducción del sistema de inquilinaje para la explotación agrícola, el incipiente
desarrollo inmobiliario y la monetización de las relaciones económicas en territorio mapuche
transforma completamente la forma de vida ancestral, llevándolos violentamente al desarrollo
capitalista, teniendo el Estado el principal rol en dicha transformación.

Este movimiento del capital, en su vocación universal, no es un movimiento abstracto,
requiere del ejercicio del poder y de la violencia legitimadora de la forma de reproducción del
Capital, en este sentido el Estado moderno es la clave para, en el caso que presenta el libro la
endocolonización del pueblo y nación mapuche.

La visión que nos entrega el autor nos recuerda algunos aspectos relevantes sobre la
violencia Estatal, la que se ejerce como un proceso de instalación del poder y luego para
legitimarlo, como lo enuncia el gran filosofo asesinado por el fascismo en la “da GM, Walter
Benjamin. Para Benjamin, según la afirmación de Esposito: “La violencia no se limita a
preceder al derecho ni a seguirlo, sino que lo acompaña —o, mejor dicho, lo constituye— a lo
largo de toda su trayectoria con un movimiento pendular que va de la fuerza al poder y del
poder vuelve a la fuerza” (2005: 46).

El capital con su vocación universal opera y se constituye como el eje de la
acumulación moderna, la apropiación, explotación y usufructo de la tierra, la transforma en
mercancía y luego en capital, esta transformación implica no sólo cambios de carácter
estrictamente económico, sino que cambios en lo cultural y social.

La razón de Estado, dominante en la modernidad capitalista incipiente en Chile en el
siglo XIX empujó a la valorización a escala mundial de los recursos disponibles en las tierras
ancestrales. No solo eso si no que, además, por la via de las distintas formas de violencia
imprime en el nuevo pueblo colonizado una forma única de conocer y aplicar la razón y la
técnica, sin preguntarse por las consecuencias de orden político cultural y social de este
desarrollo, justificado en una idea de progreso, que ahora a dos décadas del siglo XXI,
comienza a ser cuestionado, precisamente por la viabilidad de reproducción del “mundo de la
vida”.

La forma y sentido en que la apropiación es realizada no sólo revela la intención de
constituir una sociedad culturalmente homogénea si no que se fundamenta en la destrucción
completa del otro, del otro distinto, tanto como sujeto material, si no también de sus prácticas
culturales y religiosas.

Lo revelado por este libro nos presenta claramente el rol del Estado chileno en un plan
urdido para la construcción de una sociedad capitalista, de la misma forma en que siglos antes

Marx develara en la descripción de la acumulación originaria que se fundamenta en la llamada
acumulación por desposesión. Privatización de la tierra y los recursos naturales, destrucción de
la forma de propiedad ancestral, la cultura, lo político y lo religioso serán condiciones
esenciales para la valorización mercantil de los recursos disponibles en el wallmapu.
Parafraseando a Marx, el Estado de Chile se inserta al mundo capitalista industrial,
sobre los cuerpos y la sangre de nuestros pueblos ancestrales”.

Chaltu may

Muchas gracias.

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